miércoles, 1 de octubre de 2014

De cómo nació Frankenstein: 'Remando al viento' de Gonzalo Suárez

Por Tesa Vigal

"Hay un mundo de correspondencias que todavía no está, y acaso no lo estará nunca, codificado por la ciencia: de ese mundo, la magia quiere ser la inteligencia y el arte, la expresión" (Robert Kanters) 


Igual que los sueños son la quintaesencia de la vida "real", su íntimo cuaderno de bitácora, el arte surge de la misma dimensión y habla de lo mismo. En palabras de Henry Miller: "la poesía no sólo no distorsiona la realidad sino que habla de su esencia". Una dimensión donde viven y beben los artistas y donde los niños pequeños viven, de manera natural, todo el rato. Hay una escena en la cual le preguntan a un niño si sabe nadar. Su amiguita, en otra habitación y dormida, responde en voz alta en sueños a la pregunta: "no, no sabe". Esta película me recuerda a la película de culto 'Arrebato', de Zulueta (de la que ya he hablado en este blog), porque ambas hablan de lo mismo: el misterio de lo creativo, engarzado en el nivel vital más profundo y desconocido del ser humano.

Esta película cuenta la estancia en la casa de Byron de sus amigos Shelley y su mujer Mary, durante la cual se proponen escribir cada uno de ellos un relato de terror. Mary Shelley escribirá "Frankenstein" como respuesta. Pero esa materialización tendrá todo el alcance que puede llegar a tener el arte. La criatura Frankenstein también se materializará en la vida del grupo con consecuencias dramáticas.

Todos ellos, menos Mary su creadora, serán visitados por una muerte repentina en un corto lapso de tiempo. Shelley, el poeta, se ahogará y quemarán su cuerpo en una pira en la playa, en una escena de conmovedora belleza (es decir lo contrario de lo "bonito"). Byron, morirá meses después en Grecia, a donde se fue para ayudar a los griegos contra la dominación turca. Cuando estuve en Padrás, la pequeña ciudad del Peloponeso donde murió, un griego me contó que todavía se le recordaba como el poeta que vino a ayudarles. Curioso. A la lista de muertes, se unió el pequeño hijo de Shelley y hasta el doctor Polidori (que escribiró el relato 'el vampiro', en respuesta a la propuesta de aquella noche de tormenta en Suiza) se suicidó poco después. 



El artista es el adversario, lo opuesto al poder. Bajo su luz casi todo parece pequeño y absurdo. "Qué inútil es todo..." comenta Byron tras hablar de sus "triunfos" nadando y vendiendo poemas. El arte es tan transformador como el amor y los sueños. Todo depende de meterse en él y vivirlo bebiéndose su esencia. En este sentido depende de la mayor o menor receptividad al misterio, y de su paralelismo con la vida del receptor. Y para crear es indispensable ser fiel a uno mismo. Como Byron dice a su hija, despidiéndose de ella: "compórtate, bien o mal pero compórtate". Es decir sé tú misma, llévate contigo...

Por todo ello el arte es liberador y es peligroso por el poder que encierra. Como en el verso de Shelley que también se menciona en la película: "No despiertes a la serpiente si no sabes que camino va a tomar...". Porque como dice Wiliam James: "Un hombre puede jugar a cierto juego durante años con técnica experta, hasta que un día, en un momento de excitación algo ocurre y el juego comienza a jugar con él".



Dada la personalidad de su director, uno de los más originales del cine español, Gonzalo Suárez, sus emocionantes imágenes están plagas de sugerencia, de preguntas o de respuestas que a veces van en paralelo. Como otro de los temas de la historia, una de las facetas más importantes del romanticismo, la libertad, el amor por ella más allá de cualquier convencionalismo social. Y no sólo en la escena del poeta Shelley desafiando al padre de Mary, su pareja, apostando por relaciones amorosas basadas en la libertad y no en contratos sociales como el matrimonio. También el propio Byron fue un escándalo en la época (y ahora seguiría siéndolo) por la relación amorosa que tuvo con su hermana, de la que acabó separándose por la presión social sobre ambos, a pesar de haber tenido una hija con ella, y de la que siempre habló con una ternura muy especial (él, que tanto usaba la ironía). 


Esta película se estrenó en los años 80, cuando uno de sus protagonistas no eran conocido y apenas habían hecho cine. Me refiero a un insólito y convincente Hugh Grant dando realmente vida al poeta Byron. Otra gran interpretación es la de Lizzy McInnerny como Mary Shelley y José Luis Gómez interpretando al secretario de Byron, Polidori.
Película de las que atrapan y embelesan. Por eso y por su gran singularidad aparece en este blog. 








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