viernes, 11 de septiembre de 2015

'Una noche en la ópera', de Sam Wood-Hermanos Marx

Por Tesa Vigal

Suele pasar que las personas que creen en una base lógica del mundo, no puedan relativizar ni reírse de sí mismos, o tienen enterrado su lado infantil, no encuentren la gracia a las películas de los hermanos Marx. No es de extrañar. El humor de los hermanos Marx pone cualquier base sensata patas arriba, dando la vuelta a un mundo supuestamente regido por lo racional y desvelando así su base esencialmente emotiva, inconsciente y en muchos casos absurda. 


Y lo hacen con el ludismo sabio de los niños, con una alegría en la que caben la ironía y el surrealismo, sin ningún tipo de prejuicios y, por supuesto, donde no cabe lo políticamente correcto.

En sus escenas más memorables se cuestiona de dónde sale este tinglado donde estamos metidos, y que nos tomamos tan en serio como si no hubiera más alternativa. Algo que siempre deberíamos tener en cuenta para relativizar las bases de cualquier cosa, quizá sobre todo de esas que más nos hacen sufrir, o que parecen inamovibles en nuestra vida o en las circunstancias que nos rodean.


Sus personajes son siempre "personajes", es decir esas personas que no se sabe de dónde salen, con cierto olor marginal aunque también se ríen del lado dramático de lo marginal. Que tienen ideas o comportamientos peregrinos, de tan personales, y que se escapan a cualquier tipo de clasificación volviendo divertido, insólito, estimulante o enriquecedor el momento y el lugar donde aparecen.


Aquí me limitaré a recordar o descubrir algunas de sus escenas y frases memorables, para que hablen por sí mismas. Algunas muy famosas. Un camarote diminuto donde quiere entrar todo tipo de gente, quizás precisamente por eso. Desde un fontanero a una manicura (a la que Groucho pide que le deje las uñas cortas porque va faltando sitio), pasando por una recua de camareros con bandejas innumerables y una pasajera que pregunta por su tía. "Pase, pase y búsquela entre la multitud" le responde Groucho invitándola a pasar. Hasta que finalmente salen todos despedidos al abrirse la puerta por última vez.

Nada se da por supuesto. Todo se mueve. De arriba abajo y de abajo arriba pasando por los lados y aledaños. Seguir un rastro alocadamente o seguir un rastro alocado. Focas con chapa identificadora y el mudo quitándose un traje para descubrir bajo ese traje otro traje y debajo de ese traje otro traje y debajo de ese traje... En el camarote diminuto, Groucho descubre dentro de su enorme baúl al mudo durmiendo, enroscado como un gato. Le contempla y dice: "Y pensar que cuando le conocí creí que era un ser humano...".


En "Pistoleros de agua dulce" estas son algunas buenas preguntas para conocer a alguien: "¿Es cierto que se va a divorciar en cuanto su marido recobre la vista?¿Es cierto que antes era bailarina en un circo de pulgas?". Y cualquier asunto está relacionado con cualquier otro y con todo lo demás. En "Sopa de ganso": "Es un asunto bastante amplio. Y usted también es bastante amplia. Será mejor que se largue, he oído que van a construir unas oficinas en el terreno que ocupa. Se puede ir en taxi. Si no consigue uno, se puede ir indignada. Si es pronto, váyase dentro de un minuto. ¿Sabe que no he dejado de hablar desde que he llegado? ¿La habrán vacunado con la aguja del tocadiscos?".

Justo antes del célebre diálogo de besugos sobre el absurdo incomprensible del lenguaje legal de los contratos ("la parte contratante de la primera parte es a la parte contratante de la segunda parte etc...") Chico pregunta "¿ha dicho usted algo". Groucho: "Nada que merezca la pena oírse". Chico: "Será por eso que no he oído nada". Groucho: "Será por eso que no he dicho nada".


En la escena inicial en un restaurante: "Esa mujer... ¿Sabe por qué estaba con ella? Porque me recuerda a usted. Por eso ahora estoy con usted. Porque usted me recuerda a usted. Sus ojos, su garganta, sus labios, todo en usted me recuerda a usted, excepto usted. Creo que está bien claro. ¡Que me ahorquen si lo entiendo!".

En la escena de las camas a la llegada del barco a Nueva York, vuelven loco a un policía cambiando de sitios las camas y los muebles de una habitación a otra, según van cruzando puertas. ¿Hay camas o no hay camas? ¿qué es una habitación? ¿para qué sirven las puertas? ¿es la obsesión de un policía las camas y derivados? Son algunas de las preguntas con toda clase de respuestas.

¿Para qué seguir? Hay niebla y además llego tarde. No sé dónde voy, pero debería darme prisa sobre todo si ya he llegado, porque es urgente saber qué suelo estoy pisando, de qué color son las paredes, hacia dónde se abren las puertas, cuántas hay y en qué dirección sopla el viento que me no sé dónde. Seguramente el suelo es el techo y yo debo estar flotando. Pero siempre existe la posibilidad de atrapar un taxi que pase por allí camino de cualquier parte, tomarme otro café, convertirme en caballo, o salir al escenario del que nunca he salido. Cada huevo duro que te comes tiene sorpresa dentro. Sólo hay que partirlo por la mitad y mirarlo atentamente.